No por casualidad, sino por causalidad, hace un par de años
nos encontramos en la red con LitOral, una Asociación cuyo principal objetivo
es la difusión de la literatura oral. Su trabajo se desarrolla principalmente entre el sur de España y norte de África, cuyo epicentro es ni mas ni menos que el estrecho que separa económica y políticamente a dos continentes, a su vez, unidos por la oralidad. Suman muchos años (más de un
cuarto de siglo) de experiencia. Publicaciones, acciones divulgativas
y educativas avalan su trayectoria, que no ha estado exenta de obstáculos, como
la falta de apoyos a su labor e incluso la apropiación de sus trabajos por
parte de algunos artistas de lo ajeno.Con ellos compartimos
el pasado julio “La biblioteca Inmaterial: tradición oral y pertenecía”,
encuentro-taller subvencionado por la AECID , cuyo objetivo principal
fue abordar y reflexionar sobre la Tradición Oral , el Patrimonio Cultural Intangible
y las problemáticas asociadas su pérdida. Hoy compartimos este fogón con sus hacedores: Juan Ignacio Pérez y Ana María Martínez, quienes nos responden algunas inquietudes y nos comparten sus gajes del oficio.
¿Cómo fue que les picó el gusanillo de la Tradición Oral y
nació la Asociación LitOral?
Suponemos
que todo viene de la infancia, de aquellos cuentos que nos contaron y de
aquellos otros que callaron y luego fuimos descubriendo, de juegos que llenaron
nuestros días felices en la calle, de valores que calaron en nuestra vida y que
luego, en la universidad, retomas y redescubres desde la perspectiva que te da
el tiempo y el estudio. Más tarde, al incorporarnos al mundo del trabajo en el
campo educativo y estar rodeados continuamente de chiquillería, inevitablemente
fue surgiendo la necesidad de compartir emociones y de buscar elementos de
unión entre generaciones. Comenzamos a realizar nuestras primeras grabaciones
en 1984, cuando estudiábamos, aunque LitOral nació después, entre 1997 y 2000.
Más allá del carácter lúdico y entretenido
de la literatura oral, ¿cuál es el valor intrínseco que encierran las historias
que han pervivido durante siglos en el boca a boca?
Las
tradiciones orales forman un entramado de educación no formal que cala más
hondo que la sistemática formación académica. Son los afectos, las emociones,
el ritmo, el misterio… los que se ponen en juego, elementos tan intangibles
como verdaderos que traducen en palabras lo que sentimos y que nos facilitan la
comprensión de lo que vivimos. Cuando la tradición oral es pobre, estereotipada
o artificial, las personas sufren de carencias culturales y acaban conformando
sociedades enfermas. De ahí que sintamos la necesidad de comunicar a las
personas de nuestro entorno que la tradición oral que atesoran es cultura de
primer nivel donde, lejos de ser meros espectadores, ejercen como protagonistas.
¿Qué pasa cuando lo oral se escribe?
¡Pueden
pasar tantas cosas! Depende de quién transcriba los textos, de cómo se haga, de
cuál sea el medio (Internet, libros), del contexto en el que se inscriban...
Escribir la oralidad, para nosotros, no
es más que un instrumento para despertar de nuevo el deseo de la transmisión
oral. En este sentido, queremos ser algo más que meros archiveros o
documentalistas. Si nos permitís, os contaremos un caso muy reciente: hace unos
días (marzo de 2012) hemos recibido un mensaje desde Córdoba, Argentina, en el
que nos decían lo emocionados que estaban los abuelos de una familia al
encontrar en WebLitOral un romance que ellos recordaban vagamente. A través de
su nieta de 20 años han conseguido armar el romance completo en varias
reuniones familiares. La chica nos decía que su abuela no había podido dormir
con tanta emoción y que las lágrimas habían aflorado en sus abuelos en varias
ocasiones. La oralidad, recogida a una anciana del sur de Andalucía, transcrita
y mostrada desde una página web, ha servido para recordar y compartir con los
nuevos miembros de la familia aquellas formas de ocio que tanto llenaron sus
vidas y que ahora añoran tanto como la tierra que dejaron atrás.
Lo mejor y los peor de esta labor es…
Lo
mejor son detalles como el anterior o ver cómo disfrutan las personas mayores
trayendo al presente lo que parecía olvidado. Porque, al interesarnos por la
literatura oral, no estamos preguntando a nuestros informantes por las
calamidades que pasaron en la infancia tan dura que les tocó vivir sino por
aquellos mecanismos que se ponían en juego para esquivar el infortunio: las
nanas que les alimentaban en las noches sin cena, los cuentos que auguraban un
final feliz a todo aquel sufrimiento, las canciones compartidas que reforzaban
los hilos afectivos… Lo peor, al menos para nosotros, es la dificultad para que
este trabajo sea comprendido y valorado.
Trabajo de campo, investigación, acciones
educativas y de sensibilización, publicación de materiales… ¿cómo conseguís
sustentar todo esto?
Exclusivamente
gracias a lo que nos apasiona nuestro proyecto. En LitOral sólo trabajamos dos
personas (aunque no lo parezca), pero ya hemos comprobado que hacen más dos trabajando
al cien por cien que cien al dos por ciento.
Según vuestro punto de vista, ¿existe a
nivel social y académico alguna subestimación por las Tradiciones Orales o la
información que ellas transmiten?
No
nos cabe duda. A nivel académico, el interés va por oleadas, en un momento hay
interés pero aparece otro asunto y desplaza al anterior. No hay continuidad de
propósitos ni en la educación ni en las instituciones culturales.
En
el ámbito social, al tratarse de elementos que proceden de un tiempo y un
espacio cercanos no son percibidos ni como históricos ni como actuales, sino
como “batallitas personales” o “antiguallas”, como algo fuera de moda.
Curiosamente, solemos quedarnos prendados de costumbres y tradiciones orales que
descubrimos en algún país lejano (ya sea por medio de un libro, un viaje, un
reportaje o una película), pero no nos interesamos por lo que hay en nuestro
entorno más inmediato. Sería interesante que buscáramos lo extraño en nuestra
propia comarca, nos llevaríamos grandes sorpresas.
Todos somos portadores de Tradiciones
Orales, ¿pero todos somos conscientes de ello?
Quizás
lo que nos falta es conciencia de la importancia que tendría a nivel personal y
colectivo mantener vivas esas tradiciones.
Los espacios naturales de transmisión de la Tradición Oral ¿se
pierden, se transforman? ¿surgen otros nuevos?
Cambian
las formas de vida, cambian los espacios de relación. Ya no va la gente al
molino a compartir chascarrillos, ahora lo hacen en la peluquería, en el centro
de mayores, en la escuela, en el gimnasio… No importan los espacios ni las
condiciones, lo lamentable es que haya gente que no tenga nada que contar ni
quien se interese por escuchar, y quizás esto va ocurriendo con demasiada
frecuencia.
Nos gustaría que nos compartan, alguna experiencia de campo que
recuerden especial, ya sea porque se han sorprendido por los hallazgos, por la calidad del informante, etc.
Son
tantos momentos memorables! Por ejemplo, Ramón, aquel anciano que, sin saber
leer ni escribir, se paseaba por su barrio con el libro de cuentos que habíamos
publicado a partir de sus relatos orales, y narraba estos cuentos a los niños
que se le acercaban como si los leyera porque, al estar escritos, le prestaban
más atención; se corrió la voz y la gente del barrio acabó creyendo que Ramón
era escritor, lo que a él le daba alas para volver a salir al parque a pasearse
con el libro bajo el brazo.
O el
momento en que vecinas de la protagonista nos contaron de primera mano los
hechos que inspiraron a Federico García Lorca su obra Bodas de sangre. O la
relación que una de nuestras informantes estableció con nosotros: cada cierto tiempo nos llamaba para decirnos que
había recordado otra copla u otra adivinanza, pero que no nos la podía decir
por teléfono sino que teníamos que ir a su casa; si la convencíamos y nos
proponía la adivinanza por teléfono, dejaba la respuesta para el día de la
visita. Viviendo sola en el monte, sin más compañía que las de las gallinas, es
fácil entender que las visitas periódicas de alguien que se interesaba por su
vida fueran tan importantes para ella.
Juan Ignacio Pérez
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