domingo, 29 de abril de 2012

Literatura Oral del Estrecho de Gibraltar


No por casualidad, sino por causalidad, hace un par de años nos encontramos en la red con LitOral, una Asociación cuyo principal objetivo es la difusión de la literatura oral. Su trabajo se desarrolla principalmente entre el sur de España y norte de África, cuyo epicentro es ni mas ni menos que el estrecho que separa económica y políticamente a dos continentes, a su vez, unidos por la oralidad. Suman muchos años (más de un cuarto de siglo) de experiencia. Publicaciones, acciones divulgativas y educativas avalan su trayectoria, que no ha estado exenta de obstáculos, como la falta de apoyos a su labor e incluso la apropiación de sus trabajos por parte de algunos artistas de lo ajeno.Con ellos compartimos el pasado julio “La biblioteca Inmaterial: tradición oral y pertenecía”, encuentro-taller  subvencionado por la AECID, cuyo objetivo principal fue abordar y reflexionar sobre la Tradición Oral, el Patrimonio Cultural Intangible y las problemáticas asociadas su pérdida. Hoy compartimos este fogón con sus hacedores: Juan Ignacio Pérez y Ana María Martínez, quienes nos responden algunas inquietudes y nos comparten sus gajes del oficio.

¿Cómo fue que les picó el gusanillo de la Tradición Oral y nació la Asociación LitOral?
Suponemos que todo viene de la infancia, de aquellos cuentos que nos contaron y de aquellos otros que callaron y luego fuimos descubriendo, de juegos que llenaron nuestros días felices en la calle, de valores que calaron en nuestra vida y que luego, en la universidad, retomas y redescubres desde la perspectiva que te da el tiempo y el estudio. Más tarde, al incorporarnos al mundo del trabajo en el campo educativo y estar rodeados continuamente de chiquillería, inevitablemente fue surgiendo la necesidad de compartir emociones y de buscar elementos de unión entre generaciones. Comenzamos a realizar nuestras primeras grabaciones en 1984, cuando estudiábamos, aunque LitOral nació después, entre 1997 y 2000.

Más allá del carácter lúdico y entretenido de la literatura oral, ¿cuál es el valor intrínseco que encierran las historias que han pervivido durante siglos en el boca a boca?
Las tradiciones orales forman un entramado de educación no formal que cala más hondo que la sistemática formación académica. Son los afectos, las emociones, el ritmo, el misterio… los que se ponen en juego, elementos tan intangibles como verdaderos que traducen en palabras lo que sentimos y que nos facilitan la comprensión de lo que vivimos. Cuando la tradición oral es pobre, estereotipada o artificial, las personas sufren de carencias culturales y acaban conformando sociedades enfermas. De ahí que sintamos la necesidad de comunicar a las personas de nuestro entorno que la tradición oral que atesoran es cultura de primer nivel donde, lejos de ser meros espectadores, ejercen como  protagonistas.

¿Qué pasa cuando lo oral se escribe?
¡Pueden pasar tantas cosas! Depende de quién transcriba los textos, de cómo se haga, de cuál sea el medio (Internet, libros), del contexto en el que se inscriban... Escribir la oralidad, para nosotros,  no es más que un instrumento para despertar de nuevo el deseo de la transmisión oral. En este sentido, queremos ser algo más que meros archiveros o documentalistas. Si nos permitís, os contaremos un caso muy reciente: hace unos días (marzo de 2012) hemos recibido un mensaje desde Córdoba, Argentina, en el que nos decían lo emocionados que estaban los abuelos de una familia al encontrar en WebLitOral un romance que ellos recordaban vagamente. A través de su nieta de 20 años han conseguido armar el romance completo en varias reuniones familiares. La chica nos decía que su abuela no había podido dormir con tanta emoción y que las lágrimas habían aflorado en sus abuelos en varias ocasiones. La oralidad, recogida a una anciana del sur de Andalucía, transcrita y mostrada desde una página web, ha servido para recordar y compartir con los nuevos miembros de la familia aquellas formas de ocio que tanto llenaron sus vidas y que ahora añoran tanto como la tierra que dejaron atrás.

Lo mejor y los peor de esta labor es…
Lo mejor son detalles como el anterior o ver cómo disfrutan las personas mayores trayendo al presente lo que parecía olvidado. Porque, al interesarnos por la literatura oral, no estamos preguntando a nuestros informantes por las calamidades que pasaron en la infancia tan dura que les tocó vivir sino por aquellos mecanismos que se ponían en juego para esquivar el infortunio: las nanas que les alimentaban en las noches sin cena, los cuentos que auguraban un final feliz a todo aquel sufrimiento, las canciones compartidas que reforzaban los hilos afectivos… Lo peor, al menos para nosotros, es la dificultad para que este trabajo sea comprendido y valorado.

Trabajo de campo, investigación, acciones educativas y de sensibilización, publicación de materiales… ¿cómo conseguís sustentar todo esto?
Exclusivamente gracias a lo que nos apasiona nuestro proyecto. En LitOral sólo trabajamos dos personas (aunque no lo parezca), pero ya hemos comprobado que hacen más dos trabajando al cien por cien que cien al dos por ciento.

Según vuestro punto de vista, ¿existe a nivel social y académico alguna subestimación por las Tradiciones Orales o la información que ellas transmiten?
No nos cabe duda. A nivel académico, el interés va por oleadas, en un momento hay interés pero aparece otro asunto y desplaza al anterior. No hay continuidad de propósitos ni en la educación ni en las instituciones culturales.
En el ámbito social, al tratarse de elementos que proceden de un tiempo y un espacio cercanos no son percibidos ni como históricos ni como actuales, sino como “batallitas personales” o “antiguallas”, como algo fuera de moda. Curiosamente, solemos quedarnos prendados de costumbres y tradiciones orales que descubrimos en algún país lejano (ya sea por medio de un libro, un viaje, un reportaje o una película), pero no nos interesamos por lo que hay en nuestro entorno más inmediato. Sería interesante que buscáramos lo extraño en nuestra propia comarca, nos llevaríamos grandes sorpresas.

Todos somos portadores de Tradiciones Orales, ¿pero todos somos conscientes de ello?
Quizás lo que nos falta es conciencia de la importancia que tendría a nivel personal y colectivo mantener vivas esas tradiciones.

Los espacios naturales de transmisión de la Tradición Oral ¿se pierden, se transforman? ¿surgen otros nuevos?
Cambian las formas de vida, cambian los espacios de relación. Ya no va la gente al molino a compartir chascarrillos, ahora lo hacen en la peluquería, en el centro de mayores, en la escuela, en el gimnasio… No importan los espacios ni las condiciones, lo lamentable es que haya gente que no tenga nada que contar ni quien se interese por escuchar, y quizás esto va ocurriendo con demasiada frecuencia.

Nos gustaría que nos compartan, alguna experiencia de campo que recuerden especial, ya sea porque se han sorprendido por los hallazgos,  por la calidad del informante, etc.
Son tantos momentos memorables! Por ejemplo, Ramón, aquel anciano que, sin saber leer ni escribir, se paseaba por su barrio con el libro de cuentos que habíamos publicado a partir de sus relatos orales, y narraba estos cuentos a los niños que se le acercaban como si los leyera porque, al estar escritos, le prestaban más atención; se corrió la voz y la gente del barrio acabó creyendo que Ramón era escritor, lo que a él le daba alas para volver a salir al parque a pasearse con el libro bajo el brazo.
O el momento en que vecinas de la protagonista nos contaron de primera mano los hechos que inspiraron a Federico García Lorca su obra Bodas de sangre. O la relación que una de nuestras informantes estableció con nosotros: cada  cierto tiempo nos llamaba para decirnos que había recordado otra copla u otra adivinanza, pero que no nos la podía decir por teléfono sino que teníamos que ir a su casa; si la convencíamos y nos proponía la adivinanza por teléfono, dejaba la respuesta para el día de la visita. Viviendo sola en el monte, sin más compañía que las de las gallinas, es fácil entender que las visitas periódicas de alguien que se interesaba por su vida fueran tan importantes para ella.

Juan Ignacio Pérez
Ana María Martínez
www.weblitoral.com

                                                             





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